Antes y Después...de una mecedora

Todavía me da la risa al recordar la cara que puso Javi el día que se suponía que tenía que ir a por el pan y en vez de llegar con la barra bajo el brazo me encontró acarreando una mecedora antigua....y que suerte pensé yo cuando la vi, ahí tan solita al lado del contenedor...fue tal la emoción que hasta se me olvidó comprar el pan, bueno en realidad no se me olvidó pero pensé que si la perdía de vista alguien podría llevársela antes que yo y claro, el pan no era tan importante como la mecedora.

Y como son las casualidades de la vida, que unos días antes había estado mirando en las tiendas las carísima mecedoras que encima ni por asomo se parecían a ésta.

ANTES

Un año entero estuvo la mecedora en nuestra habitación, toda mugrosa pero con decencia, hasta que pasado ese tiempo supimos que sería una invitada especial en la habitación de nuestro futuro hijo, a partir de ese momento Javi ya la miraba con otros ojos y aunque nunca se quejó por tenerla, siempre la mentaba para comentar lo basurillas que era y es su mujer, eso sí cuando hubo que currar fue el que más trabajó para dejarla como nueva.

Le quitó el tapiz y sus miles de clavitos con la paciencia de un santo, la desmontó y lijó, la pintó, le cambió las correas y yo por último, pero con ayuda, le puse el relleno nuevo y la tapicé.

Cuantas noches arrullo y canto a mi peque, cuantas lo observo sentada en ella mientras duerme....

DESPUÉS

Ay, si esta mecedora hablara y nos contara